24 de septiembre de 2011

El Baldón: La historia de un celular

Por: José Miguel Cobián
Le ofrezco a mi hija cambiar su nextel por un blackberry, pero por motivos de presupuesto decido que el nuevo celular sea de otra empresa, pues los nextel cuestan al mes $900.00 o más. Vamos a Telcel a preguntar y nos atienden rapidísimo, de inmediato nos dicen que no puedo contratar a 12 meses, y que no puedo contratar un número del D.F. aquí, así que nos olvidamos de esa empresa y pasamos a Iusacell.

Nunca pensé que la odisea se llevara una semana. Resulta ridículo todo lo que hemos pasado, y nos muestra que en México no hay respeto por el cliente, y que los ciudadanos estamos indefensos ante los monopolios que todo lo pueden.

Busco hablar con una ejecutiva de UNEFON que me ha atendido en varias ocasiones. El teléfono de la oficina dónde venden teléfonos no funciona y su celular jamás contesta, lo que me hace pensar que ya no trabaja allí. Decido ir al centro de servicio de IUSACELL en Córdoba, y me atiende un joven muy amable que está en su primera semana de trabajo, sin la suficiente capacitación. Perdemos aproximadamente una hora y me dice que no me puede dar el teléfono porque no tengo suficiente crédito.

Me llama la atención su argumento, pues la tarjeta de crédito con la que pago mi celular tiene un límite de crédito 100 veces mayor a mi consumo mensual y estoy al corriente con todos mis pagos. Me explica entonces que el problema no es mi tarjeta sino Banco Azteca, y que son ellos los que no me otorgan más crédito. Me dice que vuelva el lunes con una serie de documentos para ver si banco azteca aumenta mi línea de crédito y puedo contratar otro celular a mi nombre.

Al día siguiente paso por un centro comercial y allí se me ocurre pasar a una tienda IUSACELL, en dónde un joven me da la misma explicación en quince minutos y se ofrece a tramitar mi aumento de crédito, o en su defecto a tramitar una línea para una persona moral que poseo, y a nombre de esa empresa sacar el celular. Me promete ir al día siguiente (lunes) a mi oficina por los papeles y me ofrece que el martes ya estará mi hija disfrutando de su Blackberry.

Pasa el lunes y nadie va por mis papeles, también pasa el martes, y comienzo a pensar que me equivoqué, que las empresas de hoy y los jóvenes de ahora ya no tienen el mínimo interés en vender y atender a sus posibles clientes. Sin embargo, el miércoles por fin al medio día se recoge la documentación.

El jueves me llama y me pide unos recibos de nómina míos para poder aumentar mi línea de crédito en Banco Azteca, banco al que no le pido nada, pues pago con una tarjeta de crédito expedida por Santander. En fin, le mando por mail los documentos que solicita, y también le firmo la solicitud de teléfono para la persona moral, con el fin de saber cuál de los dos, yo o la sociedad seremos dignos de obtener un celular con pago mensual de $500.00.

Desde el domingo, quien me atiende, afirmaba que al día siguiente estaría todo resuelto, y yo pensaba en que gracias a Dios no me urgía el teléfono. Llegado el día siguiente –del jueves-, me entero que Banco Azteca todavía no ha autorizado ni la línea de crédito para la persona moral ni el aumento de línea de crédito para mí como persona física y me piden más documentos para poder demostrar mi solvencia moral, documentos que me enteré se requerían, al medio día del viernes. Esto implica que si tengo suerte, dispondré del celular por allí del lunes o martes de la próxima semana, es decir 10 días después de haberme acercado por primera vez a una tienda de celulares para sacar el que yo requiero.

En cualquier lugar civilizado del planeta, tramitar un celular tarda aproximadamente media hora. En México tarda aproximadamente 10 días. Benditos monopolios de telefonía celular y bendito monopolio de bancos incompetentes, y bendita falta de interés de los vendedores mexicanos por atender a sus clientes. Y así queremos competir con el primer mundo…

Otro día hablaremos de lo carísimo del mercado nacional de celulares, de lo pésimo de la infraestructura, de lo mediocre de su velocidad de internet, y de su desinterés por realizar las inversiones necesarias para ofrecer un buen servicio. Claro, como comentario, porque no hay autoridad que ponga orden ante tanto abuso, al contrario son cómplices como siempre.

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