17 de febrero de 2013

PARA ENTENDER A FIDEL/ ZONA FRANCA


Roberto Morales
por Roberto Morales
A golpes de propaganda, Fidel Herrera Beltrán vende la idea de que a pesar de que fue un gobernador que endeudó el estado, lo violentó y corrompió escandalosamente las elecciones, como nunca antes lo hizo un mandatario en la historia de Veracruz, el pueblo lo recuerda agradecido, por lo que le aplauden y vitorean en los eventos públicos que se presenta.
La manipulación es su especialidad, y donde quiera que va lo acompaña discretamente un numeroso séquito de aplaudidores a sueldo, que hacen su aparición en el momento adecuado.
A muy pocos causó sorpresa que Fidel reapareciera públicamente al lado del gobernador Javier Duarte. Y los escépticos que creían que existía un distanciamiento entre el gobernador y su predecesor, esos sí que sentirían que un balde agua fría les cayó encima.
No obstante, en el estercolero de traiciones y simulaciones, que es el oxígeno que mantiene viva a la clase política veracruzana, todavía habrá muchas sorpresas. De piel a piel, en la lucha de víboras, políticos como él se entrelazan, se envenenan.
Un episodio localista del sexenio pasado, describe plenamente el pragmatismo del fidelismo, en aras de mantener el poder a toda costa, al precio que fuere, ya sea de muertes o complicidades.
En el joven municipio de Las Choapas, donde el cacicazgo se transmutó, y se tornó más nocivo, el candidato Herrera Beltrán encontró a un pueblo decidido a enfrentar la podredumbre que ha significado el priismo a lo largo de décadas. De hecho en las elecciones de 2004, fue esta región la que hizo tambalear su llegada al poder.
Ese pueblo había entregado la dirección de sus deseos de justicia y progreso en las manos del hijo de un ganadero y comerciante, quien era impulsado por los cientos de seguidores del dirigente campesino, el profesor rural Alfredo Pérez Juárez.
Tronco Gómez junto con Pérez Juárez, la asamblea de la organización campesina Unión de Ejidos 25 de Abril del 2000 y un amplio sector de la población choapense, lograron adquirir el apoyo del Partido Acción Nacional para tomar el poder, la Presidencia Municipal.
Pero el poder en manos de corazones débiles enferma. Los otrora aliados, Alfredo Pérez Juárez, regidor, y Tronco Gómez, alcalde, se enfrascaron en fuertes diferencias, en las que el profesor rural acusaba al alcalde de malversar fondos municipales y manipular las arcas de la organización campesina para el beneficio personal.
Los reclamos aumentaron de tono, hasta que un día aciago, el profesor rural fue acribillado en las puertas de su hogar, frente a su esposa e hijos. Caía bajo las balas asesinas, la mano del cobarde que mata a mansalva, impune, y a traición.
El gobierno de Fidel lanzó una ruda y agresiva ofensiva contra el alcalde choapense, que le representa un estorbo electoral, y el alcalde acusado de corrupto cuando no llevaba ni dos meses en su gobierno, para quitarse las acusaciones de ser quien ordenó la muerte del regidor, señaló al gobierno estatal de ser el presunto autor del crimen.
La familia del regidor señalaba a Renato del crimen. Fidel forzaba el aparato de justicia en contra de Tronco, pero el alcalde acusaba que era Fidel quien alimentaba las acusaciones en su contra.
Alfredo Pérez Juárez, su familia y la sociedad, nunca obtuvieron la justicia a totalidad. Hubo un escándalo mayúsculo. Meses después, el comandante de la policía local, y tres supuestos gatilleros fueron encarcelados en el Cereso, porque habrían recibido órdenes de Renato Tronco de matar a Alfredo Pérez Juárez. Uno de ellos, precisamente quien habría jalado el gatillo del arma asesina, murió al poco tiempo de ingresar al Cereso, víctima de una de esas enfermedades carcelarias en las que nadie cree.
Los presuntos autores materiales que recibieron las órdenes de cometer el crimen y aún sobreviven, siguen en la cárcel, mientras que Fidel, siempre fiel a su filosofía vulgar, optó por lo más barato, comprar a Renato y lo hizo suyo.
La Procuraduría de Veracruz acusó y aún mantiene esa hipótesis, que el autor intelectual del crimen fue Renato Tronco. Pero no actuó, como tampoco hizo nada el Congreso del estado, que tuvo en sus manos el desafuero del alcalde Las Choapas, y lo desechó. Se impuso la política sobre la justicia.
De ahí se teje la historia por todos conocida.
Entre aquella historia de sangre, traición e impunidad y la historia política de hoy, sólo falta un muerto. Fidel Herrera atrajo a Renato Tronco. Lo alejó del PAN, lo hizo priísta, le adoptó como su hijo predilecto, le dio una candidatura, lo atiborró de millones y lo impuso de nuevo en la alcaldía de Las Choapas.
Cuando fue diputado local, Renato gozó de la complicidad de los panistas, que impidieron el desafuero, e instigado por Fidel abandonó su bancada para declararse “diputado independiente”. Ahí comenzaría su ascenso de la mano de otro sátrapa, Alfredo Tress Jiménez, hoy dueño del partido Alternativa Veracruzana.
Así se convirtió en sicario político del señor gobernador. Y a cambio recibió su cuota de impunidad. Pudo usar las patrullas destinadas a la seguridad de Las Choapas, como parte de su resguardo personal; le solaparon las cuentas públicas de su primera gestión como alcalde; recibió de Fidel caballos finos; pudo atesorar millones, mansiones, ranchos, negocios, autos y sobre todo poder.
Aquel regreso de Renato no fue con el pueblo de su lado, sino de la mano de la imposición. En tiempos de campaña, en 2010, se hizo célebre cuando el periódico Excélsior difundió una grabación telefónica en que Renato Tronco y Fidel Herrera conversaban, afinaban la candidatura; describía el gobernador cómo planchar a los priístas; los reclamos de Renato por 10 millones de pesos para una carretera, que en realidad eran para que lubricara el carruaje de su ambición;“mi mejor guerrero”, le decía Fidel con esa labia que lo distingue, y un sinfín de prebendas.
Su historia es vasta. Sigámosla en la próxima.
FUENTE: PLUMAS LIBRES

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