19 de febrero de 2015

SOLIDARIDAD POLÍTICA Y LA MOVILIZACIÓN POPULAR

Hemos insistido en la necesidad de impulsar las diferentes formas de lucha, como forma de expresar el descontento de manera organizada, de manifestar nuestro repudio a las políticas neoliberales y represivas del régimen; sin embargo, necesario también es hacer un pequeño balance de éstas en la reciente coyuntura, que nos permita vislumbrar los alcances y limitaciones en la actual expresión de la lucha de clases. Para ello, partimos de la caracterización política del Estado, como elemento de análisis para comprender la argumentación y la validez de las formas de lucha, de aquellas que permiten dar claridad política al pueblo inconforme y elevar el nivel político de quienes ya se encuentran insertos en las múltiples movilizaciones.

El Estado, en nuestra actualidad, bajo la existencia y el predominio de las relaciones sociales capitalistas, originadas por la contradicción entre capital y trabajo, se mantiene como el instrumento político de dominación de una clase sobre otra; hecho y sentencia objetiva que nos ayuda a entender que todo cuanto provenga de las estructuras gubernamentales, de políticos de oficio, de las estructuras castrenses se debe a planes y objetivos concretos del Estado para imponer la voluntad oligárquica.
El carácter del Estado lo encontramos develado en la aplicación de cada una de sus políticas en el seno del pueblo y, éstas se han delineado sobre la instrumentación de la represión en sus modalidades perversas, masivas y selectivas: en estos dos años del priismo se han suscitado asesinatos de luchadores sociales, hechos no existe un narcoestado, la realidad nos revela por fuerza de sangre popular de la existencia de un Estado policiaco-militar que recurre emulando a la creación de grupos paramilitares cuyos vertederos principales son los cuarteles militares.

La política antipopular y represiva instrumentada contra el pueblo mexicano y sus organizaciones, tiene su origen en la esencia de un Estado que trata por todos los medios de sostener las actuales relaciones sociales de producción que tiene como fundamento la explotación y la opresión, que les permita obtener las mayores tasas de ganancia a la clase en el poder, la burguesía y su consecuente oligarquía.

Aunado a ello está la actual crisis internacional estructural del capitalismo que ha agudizado la contradicción de las clases sociales fundamentales, a la embestida de la oligarquía nacional y extranjera contra los derechos laborales del pueblo, y los recursos naturales que son parte del proceso de acumulación originaria, que se suman a la política antipopular.

Ante tal panorama la lucha del pueblo trabajador y sus organizaciones, no debe circunscribirse a la realización de acciones de manera mecánica, ya que el panorama político ha expresado algunos  cambios; los crímenes de lesa humanidad no pueden resolverse en una mesa de negociación, lo que nos indica que si en años anteriores se consideraba “suficiente” una movilización política expresada en concentraciones o marchas, hoy se muestran insuficientes, ante el baño de sangre que cubre los campos y asfaltos del país.

Sin embargo, es plausible el repudio popular de las movilizaciones, condición necesaria que debe ser puesta sobre la balanza de los resultados, para que nos permita observar las formas de lucha que se requieren en el escenario actual de la lucha de clases en México.

Por experiencia sabemos y comprendemos que los crímenes de Estado, los crímenes de lesa humanidad, tienen un objetivo perverso que pretende seguir haciendo daño con el paso del tiempo, pero no es motivo para cejar en la lucha popular y revolucionaria.

En esta coyuntura el Estado trató por todos los medios y recursos posibles sabotear la solidaridad incondicional popular, a través del despliegue de militares con vestimenta civil, el uso del anarquismo como el provocador para justificar la represión, así como de masas corporativizadas y clientelares, otros más se convencieron con los sofismas creados y difundidos por el Estado, sumándose al linchamiento mediático, haciendo el trabajo sucio del gobierno contra las masas combativas del pueblo.

De todas estas conviene señalar que en el movimiento popular, y en la lucha de clases, que ante la falta de análisis políticos y la consecuente pérdida de brújula política hicieron eco a las tesis y sofismas difundidas por el Estado a través de los medios masivos de comunicación, reduciendo la masacre y detenciones desapariciones forzadas a hechos y circunstancias locales, lo que en ciertas regiones del país facilitó la represión de la solidaridad popular. En tanto que aquellas masas combativas políticamente lograron mantener la denuncia y solidaridad con las víctimas del terrorismo en la coyuntura.

Lo que nos refleja es que precisamente la acción política decidida de las masas, son las que logran mantener la denuncia política en la palestra nacional e internacional de los aberrantes crímenes de lesa humanidad, de la existencia de un múltiple crimen de Estado. Una vez más se comprueba por la vía de los hechos, que una masa politizada y con claridad política puede sobreponerse a la coyuntura y continuar con la solidaridad política.

La politización, de la claridad política de las masas, de la identificación principal del enemigo de clase, nos permitirá enfrentar la represión masiva y selectiva en ciernes sobre el pueblo. Por lo tanto, el conjunto del movimiento popular debe continuar con movilizaciones combativas, de generalizar las acciones políticas de masas, de estructurar y generalizar la autodefensa armada de éstas. activistas políticos, así como masacres y detenciones desapariciones forzadas masivas, lo que se traduce en la aplicación del terrorismo de Estado. A estas alturas de la situación política, con todo el peso del repudio popular en las grandes movilizaciones, sostener que la violencia es originada por el narco o un tercer ente político en la mítica delincuencia organizada, es desbrozar el camino para justificar más crímenes de lesa humanidad contra el pueblo, porque con dicha opinión y aseveración se diluyen las responsabilidades del Estado.

Desde éste aspecto político podemos afirmar que el Estado y personificada en la actual junta administrativa es antipopular y represiva, que continua como en viejos tiempos con la limpieza social sobre la base de la recurrencia de los crímenes de Estado. Y de acuerdo a las características de los crímenes de lesa humanidad, se rigen por una lógica contrainsurgente, cuyo objetivo es mermar en cantidad y calidad las fuerzas populares, ahogándolas en sangre, asesinando y desapareciendo a la juventud proletaria y combativa.

La realidad es cruda y supera por mucho a la imaginación, de ahí que seguir en la parsimonia discursiva de la existencia de una fuerza criminal capaz de infiltrar las estructuras de gobierno es entonar en coro las notas musicales del Estado, enterrando desde la pluma y papel a los jóvenes sin pruebas contundentes. En los hechos no existe un narcoestado, la realidad nos revela por fuerza de sangre popular de la existencia de un Estado policiaco-militar que recurre emulando a la creación de grupos paramilitares cuyos vertederos principales son los cuarteles militares.

La política antipopular y represiva instrumentada contra el pueblo mexicano y sus organizaciones, tiene su origen en la esencia de un Estado que trata por todos los medios de sostener las actuales relaciones sociales de producción que tiene como fundamento la explotación y la opresión, que les permita obtener las mayores tasas de ganancia a la clase en el poder, la burguesía y su consecuente oligarquía. Aunado a ello está la actual crisis internacional estructural del capitalismo que ha agudizado la contradicción de las clases sociales fundamentales, a la embestida de la oligarquía nacional y extranjera contra los derechos laborales del pueblo, y los recursos naturales que son parte del proceso de acumulación  originaria, que se suman a la política antipopular.

Ante tal panorama la lucha del pueblo trabajador y sus organizaciones, no debe circunscribirse a la realización de acciones de manera mecánica, ya que el panorama político ha expresado algunos cambios; los crímenes de lesa humanidad no pueden resolverse en una mesa de negociación, lo que nos indica que si en años anteriores se consideraba “suficiente” una movilización política expresada en concentraciones o marchas, hoy se muestran insuficientes, ante el baño de sangre que cubre los campos y asfaltos del país.

Sin embargo, es plausible el repudio popular de las movilizaciones, condición necesaria que debe ser puesta sobre la balanza de los resultados, para que nos permita observar las formas de lucha que se requieren en el escenario actual de la lucha de clases en México. Por experiencia sabemos y comprendemos que los crímenes de Estado, los crímenes de lesa humanidad, tienen un objetivo perverso que pretende seguir haciendo daño con el paso del tiempo, pero no es motivo para cejar en la lucha popular y revolucionaria.

En esta coyuntura el Estado trató por todos los medios y recursos posibles sabotear la solidaridad incondicional popular, a través del despliegue de militares con vestimenta civil, el uso del anarquismo como el provocador para justificar la represión, así como de masas corporativizadas y clientelares, otros más se convencieron con los sofismas creados y difundidos por el Estado, sumándose al linchamiento mediático, haciendo el trabajo sucio del gobierno contra las masas combativas del pueblo. De todas estas conviene señalar que en el movimiento popular, y en la lucha de clases, que ante la falta de análisis políticos y la consecuente pérdida de brújula política hicieron eco a las tesis y sofismas difundidas por el Estado a través de los medios masivos de comunicación, reduciendo la masacre y detenciones desapariciones forzadas a hechos y circunstancias locales, lo que en ciertas regiones del país facilitó la represión de la solidaridad popular. En tanto que aquellas masas combativas políticamente lograron mantener la denuncia y solidaridad con las víctimas del terrorismo en la coyuntura.

Lo que nos refleja es que precisamente la acción política decidida de las masas, son las que logran mantener la denuncia política en la palestra nacional e internacional de los aberrantes crímenes de lesa humanidad, de la existencia de un múltiple crimen de Estado. Una vez más se comprueba por la vía de los hechos, que una masa politizada y con claridad política puede sobreponerse a la coyuntura y continuar con la solidaridad política.


La politización, de la claridad política de las masas, de la identificación principal del enemigo de clase, nos permitirá enfrentar la represión masiva y selectiva en ciernes sobre el pueblo. Por lo tanto, el conjunto del movimiento popular debe continuar con movilizaciones combativas, de generalizar las acciones políticas de masas, de estructurar y generalizar la autodefensa armada de éstas. 

Fuente: revista el insurgente

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