6 de octubre de 2016

EL OSCURANTISMO, VULNERA EL LAICISMO

RICARDO ROJO

Obispos mexicanos, organismos civiles y diputados de partidos políticos de derechas agrupados en el Frente Nacional por la Familia, al apoyar las marchas del 10 y 24 de septiembre, declararon la “guerra santa” al Estado y a la educación pública laicos; situación que obliga a recordarles que la resistencia (incluso armada) del oscurantismo contra la ciencia y el progreso en México, costó muchas vidas humanas.

Las opiniones del clero no son palabras divinas, están obligadas –por ley- a no promover, con afirmaciones de falsa moral, el odio que derive en acciones de violencia contra otros sectores de la sociedad. Los ataques del clero a la escuela pública y a los maestros por trabajar la educación laica y sexual (1935) y el linchamiento cometido sobre un grupo de trabajadores universitarios, acusados de comunistas por el cura de San Miguel Canoa (14/septiembre/1968), ejemplifican la “guerra santa” del clero.

Decir que “el futuro de la humanidad se fragua en el matrimonio y la familia natural” y que los que no piensan como ellos “perjudican la maduración de las personas, el cultivo de valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos” (Conferencia del Episcopado Mexicano, 16/agosto/2016), es un desatino, por decirlo suavemente y no ofender su pobre argumentación conceptual.

El pueblo de México presencia la ofensiva ideológica política que el poder fáctico clerical sostiene con fines electorales contra el Estado laico, sin que exista una corriente de opinión progresista capaz de detener su avance y recobrar la memoria de siglos de combate a la opresión e intolerancia sostenida por los mexicanos desde la conquista española, la independencia, la reforma y la revolución. El oscurantismo clerical cuenta con aliados en el aparato de Estado, sobre todo a partir de 1982 cuando el PRI le concede estatus jurídico y bajo la docena trágica del gobierno del PAN tales concesiones se amplían junto a las adhesiones silenciosas y cómplices del PRD.

Separar el Estado de la Iglesia, constituyó un avance radical de la ley para frenar los abusos económicos y políticos cometidos por el clero sobre la población embrutecida por fanatismos religiosos. Lo proclamaron abiertamente Benito Juárez, Melchor Ocampo, Manuel Ruiz y Miguel Lerdo de Tejada en el Manifiesto a la Nación del 7 de julio de 1859: “La nación se encuentra hoy en un momento solemne, porque el resultado de la encarnizada lucha que los partidarios del oscurantismo y de los abusos han provocado esta vez contra los más claros principios de la libertad y del progreso social. Depende todo de su porvenir”; y, para su tiempo, publicaron las revolucionarias Leyes de Reforma.

Fueron las Leyes de Reforma las que dieron rostro y vigor a la débil laicidad que se practica en México, siendo desde entonces objeto de feroces ataques del poder fáctico clerical, en la medida que aquellas declararon la igualdad formal y la libertad de culto de todos los ciudadanos, el término de sus negocios en bienes raíces, la conversión del matrimonio, nacimientos y defunciones en actos civiles de Estado y la obligación del gobierno de hacerse cargo de la educación elemental.

Los rectores de las universidades públicas del país han alzado su voz para alertar sobre las nuevas acechanzas del buró político de la iglesia. Hacen bien cuando defienden lo poco que nos queda de Estado laico declarándolo “una condición necesaria de las sociedades modernas en la medida que garantiza la pluralidad de las ideas y hace posible el respeto a la diversidad étnica, religiosa, moral, ideológica y filosófica a partir de una ética que se sustenta en los derechos humanos”. (La Jornada, 22/septiembre/2016). La universidad pública es hija de la lucha social por el derecho a la educación, la libertad de cátedra y la enseñanza laica, pero hace muy poco para defender el legado histórico de los constituyentes republicanos.

La iglesia ha desatado una confrontación abierta no contra Enrique Peña Nieto por su iniciativa de ley para oficializar los matrimonios igualitarios, no, la iglesia tiene en sus planes una nueva ofensiva contra todo lo laico en la vida nacional y lo expresa abiertamente: “El llamado matrimonio igualitario -dice- es solo una parte de una serie de propuestas legislativas con amplio espectro, unas ya aprobadas y otras en proceso y con consecuencias de un profundo cambio antropológico” (CEM).

La patria de los neoliberales es el dinero y los negocios, por eso, al reformar la Constitución, liquidan todos los logros sociales producto de las revoluciones armadas. La Constitución de 1917, que recogía el espíritu histórico de la de 1857, ya no existe. A 99 años de su aprobación, la han mutilado 697 veces, la mayoría de las modificaciones -429- fueron realizadas entre 1982 a 2015, los años del neoliberalismo, atacando principalmente el artículo tercero de la educación, 24 de la libertad de cultos, 27 de las tierras y aguas, 123 del trabajo y 130 de la separación Iglesia Estado. (Revista sinembargo.mx, “La Constitución ya no es la de 1917: sus símbolos se quebraron”, 5/febrero/2016).

Un pueblo laico se caracteriza por defender los conocimientos universales, sin dogmas, con una visión democrática, inteligente, científica y tolerante. Los que se oponen a esta forma de ver el mundo y la vida lo hacen porque ven amenazados sus privilegios, sus negocios y sus fueros.

Los mexicanos de hoy estamos obligados a defender y a restaurar los principios del laicismo que nos legaron los revolucionarios liberales que votaron las constituciones de 1857 y 1917. Juárez escribió: “suplico a usted no ponga a mis hijos bajo la dirección de ningún jesuita ni de ningún sectario de alguna religión; que aprendan a filosofar, esto es, que aprendan a investigar el por qué o la razón de las cosas, para que en su tránsito por este mundo tengan por guía la verdad y no los errores y preocupaciones que hacen infelices y degradados a los hombres y a los pueblos”. ¡Una nueva constitución republicana y democrática para México!


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