2 de enero de 2017

LÓPEZ OBRADOR COMO IZQUIERDISTA Y EL AUMENTO EN EL PRECIO DE LOS COMBUSTIBLES.


TOMADO DEL MURO DE Carolus Delgadillo

En el discurso de López Obrador el problema es la "corrupción" y el adversario es la "mafia del poder". Llama a la "unidad" que sería interpartidista, al nivel de los militantes, y también tácitamente interclasista o intersectorial.
Su propuesta se reduce a garantizar una serie de servicios como derechos sociales, y el dinero para ello vendría, según sostiene, del combate a la corrupción.
No habla de clases sociales. Si alguna vez habló de "oligarquía", ahora parece haber dejado de lado ese tema. Ha dicho que hay ricos "honestos". No plantea una transformación radical al nivel del sistema económico. Lo que alguna vez ha dicho es que revertiría lo que llama "modelo neoliberal". Nunca ha hablado del capitalismo o de la clase burguesa.
Es un político de izquierda muy moderado, quizá uno de los menos radicales de entre el grupo de políticos de izquierda que hemos visto aparecer en América Latina durante las últimas dos décadas. Muchos de ellos, por ejemplo, además de sí reivindicarse como "anticapitalistas", se dicen "antiimperialistas", algo que no aparece en el caso del mexicano.
La "mafia del poder" de la que habla López Obrador parece ser un conjunto principalmente compuesto por políticos y empresarios asociados, con Carlos Salinas como jefe o cabeza. Su actuar sería sobre todo inmoral e irresponsable. Él puede decir nombre y apellido de casi todas las personas que serían las que le hacen daño al país. No habla de estructuras, no habla de sistemas, no habla de modos de producción.
Como político de izquierda, además, López Obrador es "especial". Se dice "juarista", pero no es muy contundente en temas que le son sensibles a los sectores de la Iglesia católica que no terminan de asumir el laicismo. La despenalización del aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual no han merecido una postura clara por parte del dos veces candidato presidencial. Incluso personajes de derecha liberal muestran opiniones más nítidas en esos temas.
López Obrador no es radical por ningún lado, ni en lo que reconoce como principales problemas, es decir, en su diagnóstico, ni en sus propuestas, que pueden sonarle aceptables a casi cualquier ciudadano. Se ha acomodado muy bien en esa atmósfera compartida que denuncia a la "clase política" corrupta.
Al ex jefe de gobierno de la Ciudad de México le quedan algunos restos de una especie de "nacionalismo" proteccionista. Frente a la "apertura" y las privatizaciones de los "neoliberales", él estaría por defender las industrias de los hidrocarburos y de la energía eléctrica como monopolios estatales. Quizá aquí es donde muestre su faceta más contundente como político de izquierda.
En el tema de las gasolinas él puede acusar a esa "mafia del poder" de estar intentando entregar el petróleo y el gas a empresas extranjeras, con el desmantelamiento de PEMEX como daño concomitante y el aumento en el precio de los combustibles como correlato.
El "gasolinazo" se presta muy bien a su propuesta intersectorial e interclasista: tanto los grandes consumidores de gasolina, en la industria o en el comercio, como los usuarios de clase media, los automovilistas y también los que no consumen tanto directamente y no tienen automóvil, todos pueden unirse en la causa, pues el aumento en el precio de los combustibles podría provocar alzas generalizadas.
Tampoco López Obrador, como tampoco lo hace la gente de Movimiento Ciudadano en Jalisco, por ejemplo, ofrece una argumentación fiscal o financiera o, más allá de eso, planteamientos en el tema ambiental o de sustantibilidad.
Esto porque el subsidio, que representaba miles de millones de pesos, puede calificarse de injusto, por los sectores que se veían directamente beneficiados. Y porque, por otro lado, los impuestos a los combustibles fósiles podrían ser justificados desde una perspectiva ecológica. Cuando López Obrador promete reducir el precio de los combustibles, uno no sabe si pensar eso como pura demagogia.
En eso, en buscar precios bajos en los combustibles, López Obrador sí se viene a asemejar a otros políticos de izquierda en la región, como los presidentes de Venezuela o Ecuador.
El punto es que en los "gasolinazos" vemos a López Obrador como alguien que no construiría un análisis diferenciado por sectores, en un país que destaca a nivel mundial por sus niveles de desigualdad. Habla como si ésta no existiera o pudiera omitirse en la respuesta a una medida del gobierno federal y, en última instancia, de esa "mafia del poder".
Uno quisiera que justamente los tópicos como la desigualdad, la pobreza, y, más allá de eso, el capitalismo, la oligarquía, pasaran a primer plano en el discurso de izquierda. Pero ya hace mucho que eso es mucho pedir para el líder de MORENA, quien ha sido modelado, en identidad, en postura, en posiciones, por la política electoral.


Carolus Delgadillo

1 comentario:

  1. No es que no sea radical, el ya mostró su verdadero rostro en campañas pasadas, hoy esta mejor asesorado y esta omitiendo temas polémicos que lo dejaron fuera en el pasado. Pero no nos engañemos, su esencia ahí sigue y seguirá.

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