1 de enero de 2017

¿POR QUÉ EL AÑO EMPIEZA EL DÍA 1 DE ENERO?

Fragmento de un antiguo calendario romano

El astrónomo Rafael Bachiller nos descubre en esta serie los fenómenos más espectaculares del Cosmos. Temas de palpitante investigación, aventuras astronómicas y novedades científicas sobre el Universo analizadas con profundidad.

La decisión de comenzar el año en enero tiene su origen en la antigua Roma, en el siglo II a.C., pero durante la Edad Media el inicio del año se celebraba en la Navidad, la Encarnación o la Pascua. La historia de nuestro calendario, el más usado del mundo, es el resultado de aproximaciones sucesivas del año civil al año astronómico que marca las estaciones.

Un fundamento astronómico

El día y el año (tal y como está definido hoy) tienen su fundamento en el movimiento de la Tierra sobre sí misma y en torno al Sol. El día y el año son pues los ladrillos de un calendario solar. Sin embargo, el mes es una unidad basada en el movimiento de la Luna y forma la base de los calendarios lunares. La semana, una unidad intermedia muy conveniente para organizar los días de trabajo y de descanso, corresponde aproximadamente a una fase lunar.

El laberinto romano

Nuestro calendario actual es obviamente solar, pero sus orígenes se remontan al antiguo calendario romano que tenía un fundamento lunar. En la antigua Roma, varios siglos antes de nuestra era, el año era una sucesión de diez meses: Martius (dedicado a Marte), Aprilis (del latín aperire, abrir, por los brotes vegetales), Maius (por la diosa Maia), Junius (por Juno), Quintilis (el mes quinto), Sextilis (sexto), September (séptimo), October (octavo), November (noveno), y December (décimo).
El año comenzaba el primer día (calendas) de Marzo, bajo los auspicios del dios guerrero, pues esta era la fecha que marcaba el inicio de las campañas militares con la designación de los cónsules. Los meses comenzaban con la luna nueva, algo que era difícil de determinar observacionalmente (precisamente porque en esa fase la luna no es visible).
Además, como el año era mucho más corto de 365 días, su inicio iba cambiando de estación, lo que creaba inconvenientes en las campañas militares. Para evitar este problema, se intercalaban meses adicionales cada cierto tiempo. Esta situación se prestaba a un gran desorden. Los pontífices (encargados del calendario además de los puentes de Roma) alargaban y acortaban los años fraudulentamente, según su conveniencia, para prolongar la magistratura de sus amigos y reducir la de otros.
Numa Pompilius trató de acompasar el calendario romano a las estaciones añadiendo de manera permanente dos meses al final:Ianarius (dedicado a Jano, mes 11) y Februarius (de februare, purificación, mes 12).
A mediados del siglo II a.C., las campañas militares lejos de Roma (y concretamente en Hispania) requerían nombrar a los cónsules con suficiente antelación al comienzo de las actividades. En el año 153 a.C. se fijó el principio del año en el día 1 de Ianarus (en lugar del 1 de Martius), fecha en que se pasó a realizar el nombramiento de los cónsules, esto es, dos meses antes del comienzo de las campañas.
Gracias a los dos meses adicionales introducidos por Numa Pompilius, el año había pasado a tener unos 355 días, pero aún así era demasiado corto respecto del año de las estaciones. Ocasionalmente se introducía un decimotercer mes, algo también propicio a manipulaciones por intereses políticos o económicos. En el año 46 a.C. el año del calendario se encontraba desfasado unos tres meses respecto de las estaciones y seguía reinando el desorden.

César bien asesorado

Fue Julio César (102 – 44 a.C.) quien en el 45 a.C. (año 708 de Roma) decidió realizar una reforma definitiva del calendario. Encargó el trabajoal prestigioso astrónomo griego Sosígenes que estaba establecido en Alejandría. Sosígenes se despreocupó de la Luna y ajustó la duración de los meses para fijar la duración total del año en 365,25 días por término medio, es decir, unos 11 minutos más cortos que el año trópico (el de las estaciones, que dura 365,2422 días), transformando así el calendario de lunar a solar. Como resultaba conveniente que el año tuviese un número entero de días, se fijó el año ordinario en 365 días (como el de los egipcios) y para que no se acumulase un decalaje con las estaciones se decidió intercalar un día extra cada cuatro años.
Posteriormente, el mes Quintilus fue renombrado Julius (en honor de Julio César) y el Sextius pasó a llamarse Augustus (por Augusto) pero, por inercia del lenguaje, September, October, November y December han conservado unos nombres que hoy nos resultan aparentemente absurdos y que son, obviamente, inadecuados.

Reticencias con Enero

Este calendario, denominado juliano en memoria de Julio César, permaneció válido durante más de dieciséis siglos. Pero durante muchos de estos siglos, los católicos se resistieron a celebrar el principio del año en un mes dedicado a una deidad pagana.
En la Edad Media, diferentes pueblos de Europa tenían por costumbrecelebrar el principio del año en fechas de significado religioso. Dependiendo del estado europeo, se utilizaba el ‘estilo’ de la Navidad (el año comenzaba el 25 de diciembre), el de la Encarnación (25 de marzo), o el de la Pascua (¡con el año comenzando en fecha variable!). Y en algunos de los estados se cambiaba a veces. Por ejemplo, en Aragón se utilizó el estilo de la Encarnación hasta 1350, y entonces se cambió al de la Navidad que permaneció hasta principios del XVII. En pocos estados (por ejemplo Polonia, desde 1364) se utilizó el estilo de la Circuncisión, con el año comenzando el 1 de enero.
El inicio del año el 1 de enero se hizo obligatorio en muchos estados europeos a partir del siglo XVI. Se impuso en Alemania mediante un edicto hacia 1500; Carlos IX lo decretó en 1564 en Francia y entró en funcionamiento en 1567; en España se generalizó hacia el siglo XVII (en el XVIII en Cataluña), y en Inglaterra hubo que esperar hasta 1752.

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