5 de agosto de 2017

ERASE UNA VEZ UNA PERSONA CON UNA BALSA A CUESTAS

"Supongan, dijo, que un hombre se encuentra frente a un gran río. Si necesita cruzar a la otra orilla, pero no hay ninguna barca para llevarlo, ¿qué haría? Cortaría algunos árboles, los ataría y construiría una balsa. 

"Luego se sentaría en la balsa y usando sus manos o ayudándose de un palo, se impulsaría para atravesar el río. Al llegar al otro lado, ¿qué haría? 

“Abandonaría la balsa porque ya no la necesita. 

“Lo que no haría sería, pensando en lo útil que le había sido, cargarla sobre sus espaldas y continuar el viaje con ella a cuestas.

"De la misma manera, mis enseñanzas solo son un medio para alcanzar un fin. Son una balsa que os transportará a la orilla del otro extremo. No son un medio en sí mismas, sino un medio para alcanzar la iluminación".

Esta fue la parábola que Gautama Buda le contó a sus seguidores para explicarles la importancia de practicar el desapego y no aferrarse a las cosas, las experiencias o las relaciones. Sin embargo, ¿cuántas veces nos aferramos a la balsa y la arrastramos con nosotros a lo largo del viaje, a pesar de que es completamente inútil?

Algunas personas suben a la balsa y no reman. De hecho, a veces incluso olvidan que intentaban cruzar el río, pierden la perspectiva antes de iniciar el camino. Piensan que es mejor lograr que la balsa sea más cómoda. Entonces construyen paredes sobre ella y un techo; instalan muebles y utensilios de cocina; y luego invitan a sus amigos y familiares a conocerla. Es decir, convierten la balsa en una casa y la amarran firmemente a la orilla. No desean oír nada sobre soltar amarras o levar anclas.

Otras personas se quedan contemplando la balsa desde la orilla y dicen: "qué balsa más bonita. Es grande y sólida". Sacan la cinta métrica y le toman medidas. Saben exactamente cuáles son sus dimensiones, el tipo de madera con que se ha construido e incluso dónde y cuándo fue cortada. Algunas van un paso más allá y elaboran una ficha descriptiva que sirva para vender balsas al por mayor. Sin embargo, por muchas balsas que vendan, nunca se han subido a una y ni siquiera han pensado en cruzar el río. “Es demasiado arriesgado”, piensan.

También hay otras personas que se quedan en la orilla y dicen: "La balsa no está bien construida. Debían haberla fabricado con más troncos y amarrado con mayor firmeza. Tampoco me gusta como flota en el agua. Construirá una balsa que sea más grande y segura". Sin embargo, se quedan en la orilla haciendo consideraciones, discutiendo y peleando, sin construir la balsa ni ir a ninguna parte. 

Hay quienes creen que la balsa es demasiado sencilla, tosca y poco atractiva. La miran y niegan con la cabeza: "Parece un manojo de troncos mal atados". Así que deciden embellecerla, para ello la pintan, la decoran y la cubren con flores, pero nunca llegan a subirse a ella, ni se les ocurre remar hasta la otra orilla. 

"La orilla en la que nos encontramos, explico el Buda, es el presente, la existencia que se encuentra atada al ego. La otra orilla es lo que aspiramos ser, representa nuestras metas y sueños. La balsa nos ayuda a cruzar las aguas, esa es su función, pero después debemos dejarla atrás”.

Por supuesto, la balsa no se refiere únicamente a las posesiones materiales, es todo aquello que nos ata y nos impide alcanzar nuestro potencial. Por tanto, pueden ser relaciones interpersonales que han perdido su razón de ser o incluso determinados rasgos de personalidad o creencias que nos mantienen atados.

Esta parábola budista nos alerta sobre nuestra tendencia a aferrarnos a las cosas y situaciones, malgastando nuestra vida criticando, intentando proteger lo que hemos conseguido o simplemente alimentando demasiado miedo como para descubrir lo que hay en la otra orilla.

También nos alerta sobre el hecho de que, en algunas etapas de la vida, lo que pudo ser útil deja de serlo, forma parte del cambio y el crecimiento. Si seguimos atados a esas formas de hacer y relacionarnos, no podremos avanzar. Por eso, una de las lecciones más importantes y difíciles de aprender es que los mismos lazos que en un momento te sostuvieron, luego te atan. En ese momento, ha llegado el momento de deshacerse de ellos.

Fuente:

(2016) Parábola de la balsa. EnTrans4mind.

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